Santísimo Cristo de la Vera Cruz

Las primeras referencias históricas de este crucificado datan del 3 de diciembre de 1600 en la que Inés Ponce de Alfaro dicta memoria perpetua de media arroba de aceite cada año para la lámpara del santísimo Cristo de la Vera Cruz. En el año 1.600 el Cristo de la Vera Cruz se encontraba situado en una capilla en la nave derecha o de la epístola de la antigua iglesia parroquial mudéjar y provoca gran devoción entre los feligreses. Tras el terremoto de Lisboa y la construcción del nuevo Templo parroquial la cofradía manda hacer un retablo nuevo para la imagen del Cristo de la Vera Cruz en la capilla del Baptisterio, a los pies de la nave del Sagrario, de estilo neoclásico en madera policromada en blanco y dorado, con el escudo de la cofradía en el frontón triangular que lo remata, de características muy similares al altar de Ntra. Sra. de la Soledad y Cristo yacente (también construido por la cofradía en la misma época).

DESCRIPCIÓN DE LA TALLA.
Es una talla renacentista de una imagen de crucificado, con tres clavos y sudario tallado, de menor tamaño que el natural. Las extremidades son muy alargadas con respecto a la longitud del tronco, que se ha representado enjuto y con la osamenta muy marcada; el rostro de párpados un tanto oblicuos, nariz prominente, el frontal despejado y mentón poco saliente. El paño de pureza o sudario presenta un tipo singular de anudado, con los vuelos hacia fuera.

Iconográficamente representa el momento en que Cristo, para que todo se cumpliera, es crucificado (Mateo XXVII, 35; Marcos XV, 24; Lucas XXIII, 33; Juan XIX, 18;) y pese a su destrozo físico, aceptó su martirio para redimir al pueblo con su Resurrección.

ESTUDIO ARTÍSTICO.
Se trata de una obra de la segunda mitad del  siglo XVI atribuida al imaginero Roque Balduque (nombre más usado por los autores modernos, pero en archivos y textos antiguos aparece como Roque de Baldoc, Baldocrin, Balduz, Belduque, Boldoque o Maese Roque, indistintamente).

Según el profesor José Vázquez (que restauró el crucificado en 1960), la imagen fue elaborada sobre un bloque primario de madera sin el concurso de diferentes tablas. En dicho bloque fueron tallados cabeza, tronco y extremidades inferiores. Solo se ensamblaron como piezas independientes los brazos, y el nudo colgante del sudario. Destaca el curioso ahuecado a que fue sometida toda su estructura, debido a las exigencias procesionales del siglo XVI, cuando las imágenes eran portadas por un lego eclesiástico, y debían pesar poco. Por tanto, la eliminación de peso era objetivo muy tenido en cuenta por los artistas, y por estas razones es frecuente encontrar, como característica constante en los crucificados procesionales del siglo XVI, lo reducido de su tamaño y el uso de pastas artificiales para su fabricación.
Otro elemento destacado en su técnica es la policromía, realizada al óleo pulimentado, y tan cuidada como  la estructura, lo que realza las livideces cadavéricas y los tenues hematomas producidos por la flagelación.
En cuanto a la fecha de ejecución, la imagen puede enmarcarse en el último tercio del siglo XVI. El tratamiento iconográfico y anatómico lo alejan de la época gótica, acercándolo al siglo del idealismo y el realismo. En sus rasgos anatómicos se imponen los elementos referenciales y topográficos del esqueleto sobre las masas musculares, indicando un avanzado conocimiento de la anatomía humana.

Sobre la autoría, no cabe más que hablar de atribuciones, al no existir documentos de prueba. Así pues, la imagen se podría atribuir al círculo de  Roque Balduque, imaginero flamenco que trabaja intensamente en Sevilla durante las últimas décadas del siglo XVI. Esta atribución se basa en las características afines que presenta el Cristo de la Vera Cruz con otras imágenes documentadas de este autor, al que se le reconoce la autoría de varios crucificados con muy semejantes caracteres; sirvan de ejemplo el del retablo mayor de Medina Sidonia, el de Alcalá del Río, colección “González Abreu” del Museo de Sevilla, el del panteón de sevillanos Ilustres, el de Ceuta, el de la Veracruz de Sevilla, el de la Veracruz de Marchena,  o el de la Veracruz de Lebrija, todos con semejantes formas estilísticas. Esas formas estilísticas son: un tamaño ligeramente menor del natural (aunque depende del lugar a que estaba destinado, o su uso procesional); las extremidades muy alargadas con respecto a la longitud del tronco; poco adiposos, enjutos y con la osamenta muy marcada; rostro de párpados un tanto oblicuos, nariz prominente, frontal despejado y mentón poco saliente. En el paño de pureza o sudario es donde se mantiene un tipo singular de anudado, con los vuelos hacia fuera. 

    El Cristo de la Vera Cruz presenta tres potencias de plata en la cabeza (de la que solo se conservan dos) y tiene sobrepuesta una corona de espinas en plata mayor que su tamaño para ponerla con peluca, porque presentaba restos de pelo cuando se le retiró para el traslado.
ALGUNOS DATOS SOBRE EL ESCULTOR:
 Balduque, Roque  (natural de Flandes. activo a mediados del siglo XVI)  entre el tardogótico y el renaciente manierismo, brillante retablista, se le ha relacionado con los crucificados de Vera Cruz de Sevilla, del Buen fin y Vera Cruz de Alcalá del Río, Vera Cruz de Marchena y Vera Cruz de Lebrija.