María Magdalena

Las primeras referencias históricas sobre una imagen de Maria Magdalena en la cofradía están recogidas en el Libro de cabildos, y datan del año 1715, en el cabildo de ese año aparecen mencionadas las andas de Santa Maria Magdalena. En un inventario de 1.754 aparecen reflejadas las ropas de la imagen, consistentes en: “ túnica de tela musga y bote de colonia.
La primitiva imagen de María Magdalena fue sustituida por la actual, obra del escultor imaginero Gabriel Astorga Miranda en 1861, hijo del insigne Juan de Astorga, según una cartela escrita en su espalda. Su última salida procesional la realizó en la Semana Santa de 1974, ya que la hermandad consideró que el paso no presentaba la estética ni cualidades requeridas para el desfile procesional.

DESCRIPCIÓN DE LA TALLA.
 Pertenece al tipo de imágenes denominadas de “candelero” o “bastidor”. Presenta totalmente talladas la cabeza, el tronco y las manos hasta las muñecas, ensambladas sobre brazos articulares de madera en bruto sin policromar. El tronco se hallaba unido a un armazón cuadrangular, que une el busto a una base también cuadrangular sobre la que apoya la efigie; en su origen este armazón debió ser cónico, y sustituido por el actual en alguna restauración durante la primera mitad del siglo XX. La cabeza aparece inclinada hacia arriba y girada a la derecha, con una larga cabellera rubia y ondulada, tallada en la madera. Es característicos de las imágenes de la Magdalena esta larga melena, que utilizó María, la hermana de Lázaro a quien tiende a asimilarse, para enjugar los pies de Jesús (Juan XII, 3.). Las manos extendidas hacia delante;  la derecha abierta, más alta que la izquierda,  la extiende hacia Cristo en señal de proximidad; la izquierda sostiene un cáliz de plata, aunque originariamente sostenía un bote de perfumes, sustituido en 1982 por el cáliz debido al mal estado de conservación. De la mano izquierda falta el dedo anular.

Iconográficamente representa el acompañamiento de Maria Magdalena a Jesús en la calle de la Amargura. Los Evangelios la sitúan en el Calvario (Mateo XXVII, 56; Marcos XV, 40;), junto al sepulcro en el momento del Entierro (Mateo XXVI, 61; Marcos XV, 47), y en los alrededores de la tumba de Cristo, en la mañana de Resurrección (Mateo XXVIII, 1-10; Marcos XVI, 1-11; Juan XX, 1-18; sin embargo su presencia en la Vía Dolorosa es presumible.

 Simbólicamente la Magdalena constituye la fidelidad en la creencia y en el amor hacia Cristo; asistió a la Crucifixión y fue a la primera a la que Jesús se presentó tras su Resurrección. La imagen  posee todos los elementos que recoge la iconografía tradicional de María Magdalena: una larga cabellera suelta, el vaso de perfumes y  ropas de cortesana.

ESTUDIO ARTÍSTICO.
     Obra escultórica de escuela sevillana de 1861, su autor  Gabriel Astorga Miranda la realizó en el estilo neoclásico de la corriente academicista sevillana de la época.

Presenta las pautas clasicistas típicas de la escultura sevillana, el dinamismo y movimiento del barroco pero dentro de una gran serenidad. Lo mas característico de la escultura es la expresión afligida que presenta el rostro, pero sin dramatismos, con la mirada ensimismada y melancólica.
 
La cabeza se inclina hacia la derecha, con la mirada alta, fija, ensimismada. Los ojos son de cristal, almendrados y muy abiertos ,  las pestañas pintadas en la parte superior e inferior. El entrecejo se frunce de forma suave como señal de amargura y queda enmarcado por las cejas arqueadas; la nariz es de perfil recto. Los labios entreabiertos, muy arqueado el superior, dibujan un rictus de dolor. El mentón se encuentra limpiamente trabajado. El cuello muestra la tensión muscular como consecuencia de la posición de la cabeza. Los largos cabellos de la melena rubia, caen en rizos a los lados de la cara, dejando ver parte del lóbulo de la oreja izquierda.

El óvalo formado por la cara y la frente se ve reforzado por las líneas circulares invertidas que conforman las cejas, los ojos y la boca, así como por el ovalo inferior del mentón; ello le confiere una extremada redondez a la cara, sólo rota por las líneas rectas de la nariz.

Sobre la cabeza presenta un artístico resplandor dorado en estilo neoclásico. Y en la mano izquierda el cáliz de plata ya mencionado. 

 GABRIEL ASTORGA MIRANDA (*Sevilla, 1804 +Sevilla, c.1895).
Nacido en Sevilla en 1804, hijo del afamado escultor Juan de Astorga, la sombra alargada de tener por padre a tan insigne maestro, ejemplo de futuras generaciones, marcó hasta tal punto su obra artística que a menudo en las atribuciones se confunden las obras de uno y otro, y algunos incluso asignan al padre obras del hijo. Además fue tío de otro discreto imaginero: Gumersindo Jiménez Astorga, conocido por las restauraciones de la Esperanza de Triana y el Valle. Fue el último exponente de la corriente neoclásica academicista de la escuela sevillana, resistiéndose al avance del eclecticismo que otros escultores -Pizarro, Ordoñez, Perez Gisbert, Gutiérrez Cano- llevaron a cabo para las cofradías. La fecha de su fallecimiento es aún hoy incierta, dado que carecemos de datos relativos al año de su muerte, si bien parece ser que fue a muy avanzada edad, dado que sabemos que en 1903, su familia vendió una Dolorosa para la Hermandad de Jesús Nazareno de Olivares. El maestro había fallecido solo unos pocos años antes.

La figura de Gabriel de Astorga está pendiente de un estudio monográfico, quizá porque su interés resulta relativo como escultor e imaginero en comparación con el quehacer de su padre, Juan de Astorga y Moyano. Y es que Juan de Astorga es, sin duda, la figura estelar de la imaginería del siglo XIX, quien mejor la encarna y la define. Su hijo, Gabriel de Astorga nació el 23 de enero de 1802. Gabriel tuvo pronta vocación artística y fue alumno de su padre en la Real Escuela de Tres Nobles Artes, donde ejercía de profesor titular de escultura y director de esta sección.

De su progenitor, se impregnaría de un espíritu lírico y suave, sin excesivo dramatismo, pero las dotes personales de su padre no eran las suyas, y este es un punto en el que coinciden todos los que han estudiado a este escultor o lo han tocado de pasada. Prueba de ello es que nunca consiguió la plaza en la Real Escuela de las Nobles Artes como profesor titular de escultura.

No obstante, Gabriel de Astorga gozó de fama y renombre en Sevilla, proveniente en gran parte del apellido heredado, realizando numerosos encargos. Su muerte se sitúa a finales de la década de los 60 del siglo XIX. Entre sus obras más conocidas está el San Juan de la Hermandad de Pasión, que acompaña a la Dolorosa en el paso de palio, un niño Jesús, situado en la capilla Sacramental de San Lorenzo, la Soledad del convento de San Buenaventura, la Virgen del Carmen de la misma iglesia y, finalmente, la Divina Pastora de Triana.  En la provincia:   Virgen de las Angustias de Las Cabezas de San Juan (1850), Cirineo de Guadalcanal (c.1870, se trata del antiguo S.Pedro del paso del Prendimiento de Sevilla), Virgen de las Angustias de Marchena (1867) y tal vez, San Juan de esa Hermandad; Virgen de la Antigua de Olivares (finales S..XIX, vendida en 1903), Virgen de los Dolores de la Hermandad de El Amor, de El Viso del Alcor (c.1865), tallada en principio para la sevillana parroquia de la Magdalena.